
EL EGO, UNA BARRERA PARA EL TRIUNFO EMPRESARIAL
Por Chusa Fernández
El Ego y la Autoestima
El ego es una gran barrera para el triunfo empresarial y es causa de conflictos y desmotivaciones en la empresa.
A todas las personas nos gusta hacer las cosas bien y que se nos reconozca. Nuestra autoestima se alimenta del auto-reconocimiento y del reconocimiento que nos hacen los otros. Ello nos motiva y nos impulsa a conseguir logros en distintos ámbitos de nuestra vida. ¿Pero, qué ocurre si no obtenemos el reconocimiento que creemos merecido?
Si nuestra autoestima es alta, es posible que no nos afecte en absoluto o que tan sólo nos invada un sentimiento de injusticia pasajero. El problema está cuando la autoestima está dañada o debilitada ya que ello nos impide el valoramos a nosotros/as mismos/as: No reconocemos nuestros méritos ni nuestras fortalezas y precisamos el aplauso de los demás para encontrarnos bien y superar la frustración. Si no lo obtenemos podemos adoptar una actitud sumisa, de abandono y resignación o bien una actitud agresiva para lograr ese reconocimiento a cualquier precio. En esos casos, nuestro Yo sano se ve desplazado por un Ego avasallador que no tiene contemplaciones. Recurrirá a toda de clase de artimañas para ocultar la debilidad y mostrar un Ego triunfador. El Ego se va a ir convirtiendo en una gran barrera. Su ambición descontrolada es incompatible con la serena racionalidad que precisa el triunfo empresarial.
El Ego en la empresa, ¿debilidad o fortaleza?
En el ámbito empresarial hay ejemplos de personas cuyo Ego les ha hecho triunfar y obtener grandes beneficios para la empresa. Es el caso de Jack Welch, presidente y CEO de General Electric entre 1981 y 200. Sin embargo hay más casos de fracasos que de éxitos ya que la arrogancia y soberbia que acompañan al Ego pueden llevar a la catástrofe empresarial, como podemos ver en este artículo.
Una ayuda para vencer el Ego: la Inteligencia emocional
Howard Gardner, de la Universidad de Harvard, distinguió siete inteligencias: musical, cinético – corporal, lógico matemática, lingüística, espacial, interpersonal e intrapersonal, existencial y la inteligencia naturista. Son las inteligencias interpersonal e intrapersonal las que conforman lo que llamamos la inteligencia emocional. Esta inteligencia permite la adaptación del ser humano a diferentes contextos, nos permite gestionar nuestras emociones y las de los demás. Es fundamental para la eficacia del trabajo en equipo.
El conflicto empresarial
El conflicto en el ámbito empresarial o laboral puede tener diversas causas, fruto de intereses u objetivos diferentes o contrapuestos entre el mismo o distintos departamentos. Además de ésto, las personas tienen diversas formas de trabajar, de pensar, de actuar, de percibir la realidad y ello puede dar lugar a enfrentamientos. En ocasiones las actitudes de una o varias personas dificultan el trabajo en equipo: percepciones erróneas, envidias, ambición, son algunos ejemplos. Otras veces las personas mediadoras nos encontramos con que el conflicto no tiene sus raíces en el fondo de un asunto sino en la forma de gestionarse. Esta diversidad de formas de ser, de pensar, de actuar, correctamente encauzada, enriquece, ayuda al crecimiento personal, aumenta la motivación y la creatividad y se convierte en un estímulo. Poseer inteligencia emocional ayudará a prevenir disputas y es una condición básica para motivar equipos y alcanzar los objetivos empresariales. Es curioso que, sin embargo, no siempre sea la cualidad más valorada en las selecciones de personal.
Ego y conflicto
Cuando el origen de los conflictos es la actitud de una persona ególatra, la cosa se complica. Los cauces normales de solución no son eficaces ya que con estas personas es difícil llegar a acuerdos basados en un razonamiento lógico. Conseguir un acercamiento de posturas a base de sucesivas cesiones se hace una tarea imposible. La persona ególatra querrá ganar por encima de todo y utilizará toda clase de artimañas para conseguirlo. Su motivación no es el bien de la empresa, sino ver colmada su vanidad y su orgullo, poniéndose medallas ante los compañeros o antes sus jefes. Y es que los premios o reconocimientos son muy importantes para las personas ególatras, pues suponen un reconocimiento multitudinario de su valía.
En caso de que la persona ególatra sea un CEO, la empresa estará siempre en la cuerda floja. En caso de directores o jefes de equipo, los subordinados se sentirán continuamente menospreciados ante sus aportaciones al proyecto conjunto.
Constantemente tendrán que soportar que el jefe se adueñe de sus méritos sin que medie el más mínimo reconocimiento hacia ellos.
Si la persona ególatra trabaja en equipo con otros compañeros, su actitud generará problemas de convivencia afectando al ambiente laboral y a la consecución de objetivos.
También puede ocurrir que se produzca una lucha de egos entre personas que priorizan el hecho de tener razón por encima de buscar la mejor solución para el problema.
Independientemente del puesto que ocupen, estas personas ven a las demás como “recursos” a explotar en aras de conseguir su propósito. El Ego, además de ser una barrera para el triunfo empresarial puede provocar que se produzcan bajas laborales por depresión o ansiedad, siendo frecuente que nadie se atreva a nombrar la causa, que a buen seguro tiene nombre y apellidos bien conocidos.
¿Cómo reconocemos a una persona ególatra?
La persona ególatra, que viene del latín ego (Yo) y de latría (Adoración), se caracteriza por una veneración y estima exagerada hacia ella misma. Muestran en ocasiones una actitud agresiva, prepotente, intolerante y egoísta. Su susceptibilidad es extrema, unido a una incapacidad para la escucha activa y para la empatía, una ambición desmesurada y el menosprecio hacia los demás.
Es cierto que nadie está libre de tener alguna de esas actitudes en un momento dado. El problema viene cuando esa actitud es un rasgo de la personalidad que puede incluso convertirse en un trastorno de la personalidad de tipo narcisista.
Hay personas ególatras a las que se les ve venir, pues pecan de “fanfarronas” y no pueden ocultar su afán desmedido de notoriedad. En otras ocasiones, una personalidad atractiva, cordial, conciliadora o incluso bonachona, puede albergar en su interior un ego desmedido. Este perfil es el más dañino pues no es fácilmente perceptible y suelen ser personas muy atrayentes.
Formación homologada
Características
Sea o no sutil, podemos reconocer a las personas ególatras por alguna de las siguientes características:
- Son personas que “se creen” en posesión absoluta de la verdad y por ello imponen su criterio. Menosprecian la opinión de los demás, a quienes consideran inferiores.
- Quieren ser siempre el centro de atención y obtener reconocimiento constante de los demás. Hablan desde yo: yo soy, yo tengo, yo digo…Les gusta presumir de lo que tienen y de lo que son, exageran sus méritos para provocar el asombro y valoración de los demás y buscando provocar la envidia.
- Suelen juntarse con personas sumisas a las que manipulan y de las que obtienen el reconocimiento que necesitan para alimentar su ego. Evitan a las personas con carácter y personalidad ya que saben que pueden dejarles en evidencia ante los demás.
- Pasan del «win-win». A ellas les gusta la idea de “yo gano tu pierdes”. Se sienten por encima de los demás y les gusta quedar siempre vencedores.
- Son extremadamente susceptibles. El miedo a que les pongan en entredicho hace que se pongan siempre a la defensiva y a que lo pasen mal ante cualquier crítica aunque sea constructiva.
- En su afán de quedar siempre por encima pueden recurrir a la mentira, la humillación e incluso el maltrato a los que consideran débiles.
- Tienden a proyectar en los demás sus debilidades y carencias. Son personas envidiosas y buscan sentirse envidiados, presentando actitudes de arrogancia y soberbia.
- Interpretan la realidad de forma irracional, distorsionándola y moldeándola a su antojo para que cuadre con su narrativa.
- Se creen seres especiales, dotados de una inteligencia e intuición superior al resto.
¿Cómo reaccionar ante una persona ególatra?
Si la persona ególatra es tu jefe o jefa, puedes hacer dos cosas: dorarle la píldora a sabiendas que posiblemente pases por el/la “pelotilla” del equipo. A cambio de dejar de lado la humillación y tolerar muchas actitudes que pueden incluso perjudicante o impedir que crezcas, no le tendrás en tu contra.
Otra opción es, desde una actitud asertiva, hacerte valer por lo que eres y lo que haces y reclamar lo que consideras justo. Si consigues que si te legitime, obtendrás su respeto. Recordemos que en el fondo subyace una baja autoestima. La persona ególatra, lista, sabe cuándo tiene que dar un paso atrás, al menos mientras maquina otra estrategia. También puede ocurrir que a pesar de tu asertividad no te legitime y trate de hundirte sin piedad hasta que depongas tu actitud o incluso abandones el barco.
Si en vez de jefe/a, la persona ególatra es un miembro de tu equipo, con tu misma categoría, ocurre básicamente lo mismo. Su pensamiento será: “tú decides, o estás conmigo o estás contra mí”, así que ya sabes, si eres un líder natural conseguirás frenarle y si no, tratará de aplastarte cual si fueras una lombriz.
Sea como fuere, tendrás que armarte de paciencia, ser cauto/a, analizar detenidamente la situación, observar si hay personas se han dado cuenta de lo que está pasando o incluso si lo están sufriendo, ver qué puesto ocupa cada una de ellas en el escalafón, qué intereses tienen. Si la persona ególatra es tu jefe/a, pregúntate qué relación tienes con ella y con otras de igual o superior jerarquía que pudieran ayudarte. Si es un colega, qué alianzas tiene, cuáles son las tuyas, quién es de fiar, a quién puedes acudir para solucionar el problema.
Ten en cuenta que las personas ególatras harán lo que esté en su mano para salir airosas, incluso crecidas y que a pesar de tener aliados, llegado el caso te puedes encontrar solo/a. Los intereses de las personas hacer que sus reacciones no sean congruentes con su manera de pensar.
¿Ante una persona ególatra está todo perdido?
Personalmente creo firmemente en el ser humano, en su capacidad y en su poder para el cambio. Bien es verdad que para cambiar primero hay que reconocer las debilidades propias y esto no es fácil en una persona ególatra. Las habilidades sociales se pueden adquirir a través de la introspección y del aprendizaje. En ocasiones, el cambio se produce tras una hecatombe en la empresa motivada por su actitud. Es posible que el sentido de la humildad, que hasta la fecha desconocían comience a anidar en ellos y decidan hacer un ejercicio de introspección y de análisis de las causas del desastre. “Si todos van en una dirección distinta a la mía, tal vez sea yo quién se ha equivocado de vía”
También puede ocurrir que el cambio sobrevenga tras una crisis motivada por una pérdida que hace que la persona cuestiones su orden de valores y lo que realmente importa en la vida.
Sea como fuere, desde un pensamiento sistémico, si quieres que algo cambie en el sistema del que formas parte -en este caso sería el empresarial y laboral-, no esperes que la otra persona cambie, podrías agotarte en el intento y frustrarte, ya que eso no está en tu mano. Lo que puedes hacer es cambiar tú y de esa forma todo el sistema y sus componentes, incluida la persona ególatra, se verán forzados a cambiar: el ego ya no supondrá una barrera para el triunfo empresarial.
¿Cómo podemos evitar el exceso de ego?
- Cuidemos nuestra autoestima pues de ello depende que tengamos un Yo fuerte y asertivo que contenga el Ego dañino. La sumisión y la agresividad son dos caras de la misma moneda, ambas son consecuencia de una baja autoestima y dependiendo del contexto así mostraremos una u otra conducta.
- Piensa que el verdadero liderazgo va unido a la humildad, al respeto y al reconocimiento de los demás en el logro del éxito. Analiza los halagos que recibes, ¿de quién proceden? y ¿a qué obedecen?. Es duro, pero puedes descubrir que tan sólo se deben a tu posición de poder y no a una verdadera valoración de tu persona o de tus hechos.
- Escucha las críticas y analiza por qué algunas personas cercanas no te dan la razón. Si las apartas y sólo escuchas a quienes te doran la píldora, difícilmente podrás mejorar, pues ellas te harán creer que todo lo haces bien.
- Haz ejercicios de introspección: cómo soy, cómo quiero ser, cómo me ven los demás, cuáles son mis debilidades y cómo puedo convertirlas en fortalezas. El cambio es difícil pero si te haces estas preguntas, ya has iniciado el camino.
- Piensa en todas tus fortalezas que seguro que son muchas. Verbalízalas, ponles nombre, conociéndolas a fondo verás que no es preciso que demuestres nada a nadie. Tú lo sabes, las personas que te importan también y con el tiempo el resto también lo sabrá y valorarán tu humildad y sencillez por encima de todo.
- Analiza también tus debilidades, todos las tenemos. Lejos de querer apartarlas y simular ser otra persona, piensa, ¿cómo puedo convertirlas en fortalezas? De esa manera ganarás confianza en ti mismo y serás una persona confiable.
- Mantén relaciones sanas y sinceras con los miembros de tu equipo basadas en la igualdad, la confianza y la colaboración. Si ellas te hacen críticas serán constructivas y te ayudarán a crecer y a mejorar.
- Revisa tu orden de prioridades y piensa lo siguiente: dentro de unos años, ya retirado/a de la empresa ¿cómo te gustaría que te recordaran? ¿Como una persona vanidosa, falsa, ambiciona pero de cara a los demás triunfadora o como buena compañera de equipo o un/a buen/a jefe/a que supo valorar a los demás, motivarles y compartir el triunfo? Si es lo segundo, posiblemente te seguirás viendo con ellos/as y juntos/as recordaréis los buenos momentos pasados. Te sentirás orgulloso/a y en paz contigo mismo/a.
“Cada vez que subas un escalón de triunfo, sube dos de humildad»
Espero que esta reflexión te haya sido útil. ¿Tienes alguna experiencia que quieras compartir? ¡Cuéntanosla!
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