
La comunicación acontece ante nosotros y con nosotros.
Por Fabiana Marcela Minguez Fernández.
“De este lado del cristal, se van desdibujando ideas, he buscado la manera de tender un puente que me permita entenderte y que me entiendas hablamos del mismo hecho y parece diferente lo que ambos comprendemos de la misma realidad”
Abstrac:
Los eximios maestros Don Humberto Maturana y Don Francisco Varela, a través de “Su Biología del Conocimiento” nos enseñaron que los sistemas vivientes se distinguen, por una cualidad que ellos denominaron autopoiesis6. El término significa literalmente ‟autocreación”, “producirse a sí mismo”, pues proviene de las palabras griegas autos (sí mismo) y poien (producir o crear).
Parafraseando a Razeto-Barry, un sistema autopoiético es una red de procesos que produce todos aquellos componentes que se necesitan para mantenerse operando como una unidad autónoma. Se trata de un atributo que es noción necesaria y suficiente para explicar la organización de los organismos vivos y les confiere alta complejidad a los sistemas.
Cada uno de nosotros, los seres humanos, somos un sistema en sí mismo.
Este organismo vivo interactúa, con otros subsistemas, de modo tal que en su estructura registra la historia de sus propias interacciones, lo cual constituye, la manifestación más elemental de la mente, entendida esta última como proceso o fenómeno sistémico, tal y como ya había adelantado Gregory Bateson (1904-1980). Y es allí en ese interactuar permanente que nos comunicamos.
Palabras claves: Comunicación, sistemas, escucha consciente y responsable, juicios e interpretaciones.
La comunicación en la mesa de mediación.
La mesa de mediación es el espacio propicio que, como gestores de conflictos, proponemos a las partes, para que éstas diriman sus diferencias. El Profesor Remo Entelman, concibe a los conflictos como una especie del género relaciones sociales y postula que en su gran generalidad dichas relaciones contienen áreas de incompatibilidad de objetivos (o conflictos), que coexisten con otras de compatibilidad o coincidencia de objetivo.
Desde otra mirada, Rafael Echeverría, nos enseña que “no sabemos cómo las cosas son, sólo sabemos cómo las observamos o cómo las interpretamos. Vivimos en mundos interpretativos”. Esas interpretaciones, las partes, sus letrados y nosotros mismos, los mediadores; en el encuentro de mediación y desde la recepción misma de los partícipes, ya en entornos presenciales, como en espacios virtuales, las expresamos. Esa comunicación ya no participa del “esquema lineal de emisor y receptor, sino que proyecta las interacciones personales sobre un marco cultural. En ese marco integrador se expresan de manera multimodal por los órdenes de lo verbal, lo gestual y lo espacial”.
En esa línea argumentativa, Gregoy Bateson afirmaba que el concepto de comunicación incluía todos los procesos a través de los cuales una persona influía en otra u otra; para ello, “se centra en los conceptos de contexto, como ámbito para un análisis perspicaz, y de la interacción, en tanto que fenómeno dinámico de relación. Esos conceptos conforman el marco en que se determina “la significación de lo que cada persona hace o dice” (Winkin 1981: 134)”.
Surge, en la Escuela de Palo Alto, el concepto de la “Nueva comunicación”. Conforme a dicha escuela, “la comunicación no es ya una simple relación entre dos personas, en la que una envía la pelota a otra, como en una partida de ping-pong, sino que se concibe como un sistema cultural en el que se inserta el individuo, sistema regido por una causalidad que ya no es lineal sino circular, donde el efecto retroactúa sobre la causa, como en una orquesta de la que forma parte cada miembro y en la que todo el mundo sigue una partitura invisible.”16 Incluso, en esa “partitura polifónica” a veces, esos mensajes son contradictorios entre sí.
He ahí, el interrogante que nos interpela en nuestro hacer. El mediador, debe estar atento al entorno, a esa circularización única del mensaje. La acepción en la que hago uso la palabra única es pues, en orden a que el escenario mediable en el cual nos desenvolvemos con las personas allí presentes no tendrá posibilidad de reproducción. De modo tal que, “la comunicación, acontece ante nosotros y con nosotros”. Los mediadores, lejos de ser ajenos a la comunicación, somo hacedores de ellas, en cuanto facilitadores de ésta; pero, al mismo tiempo somos parte de dicha comunicación.
Somos un centro de mediación de conflictos y una escuela de formación
¿Como escuchamos lo que escuchamos?
Entonces, si la comunicación se desenvuelve ante nosotros y con nosotros, un interrogante me aborda; ¿cómo escuchamos lo que escuchamos?
Los conocidos sociólogos Peter L. Berger y Thomas Luckmann, en su obra “La construcción social de la realidad”, (1968) analizan la realidad de la vida cotidiana. Mas específicamente, estudian el análisis del conocimiento que guía la conducta de las personas en la vida cotidiana.
La tesis central, que de una u otra forma recorre toda la obra, corresponde a la explicación del orden social como el resultado de un continuo proceso dialéctico compuesto por tres momentos simultáneos que se evidencian en todos los fenómenos sociales: externalización, objetivación e internalización. El conocimiento y el lenguaje, como facultades interrelacionadas, inseparables y mutuamente constituyentes, se encuentran en el seno de ese proceso dialéctico.
La realidad social, es pues, una construcción. No tiene existencia con independencia de los actores que le dan forma y del lenguaje que permite conceptualizarla y comunicarla. Efectivamente, “el lenguaje construye el mundo, no sólo lo representa”. Por consiguiente, la función primaria del lenguaje es la construcción de mundos humanos y la comunicación es un proceso social fundamental.
Haciendo propias las palabras del Profesor y filósofo venezolano José Manuel Briceño Guerrero, decimos que el lenguaje, en cuanto a su función e importancia, “es el medio que hace posible la formulación de preguntas y respuestas. La estructura del conocimiento es lingüística. La estructura de la conciencia es lingüística. La estructura del razonamiento es lingüística. La estructura del mundo, tal como lo concibe y utiliza el hombre, es lingüística. El lenguaje es el lugar de lo humano, en él vivimos, nos movemos y somos”. De modo que “las interpretaciones son subjetivas”. Interpretamos conforme al sujeto que somos.
Según la teoría del relativismo cultural, el antropólogo Franz Boas (1858-1942), realiza una propuesta teórica y metodológica, mediante la cual describe que para explicar, estudiar y analizar cada cultura se debe tener en cuenta sus particularidades e historia. En ese orden de ideas, afirmamos que, la verdad es relativa; pues ella está arraigada a una historia personal y a convenciones colectivas históricas. Eso conduce a un cierto relativismo de la realidad social. Y es desde ese relativismo cultural, desde el cual, cada uno de los que concurrimos a la mesa de mediación, en ese caso en particular, dialogamos y escuchamos. De allí, que, sin duda alguna, las palabras, que decimos y escuchamos en nuestro hacer mediador; se encuentran impregnadas de nuestros propios juicios.
La Ontología del Lenguaje, propone una concepción integradora sobre el fenómeno humano. La ontología del Lenguaje, como modelo teórico y de intervención, brinda conocimientos y herramientas. A la hora de comunicarnos, con el otro en cuanto otro, y comprender el poder generativo del lenguaje, nos propone como herramienta la escucha consciente y responsable. Despojada de nuestras propias creencias, de nuestros propios juicios. Para desde allí, mejorar la predisposición a la acción, desarrollando la capacidad de intervenir en los estados de ánimo básicos, para que todos los presentes -mediados, abogados y mediador- gestionen adecuadamente las emociones en la mesa de mediación.
Colofón
El profesor Juan Miguel Aguado Terrón describe al “proceso de la comunicación”, como aquel “concebido como un proceso fluido de interacción constante, un juego de transformación mutua en el que constantemente se redefinen las situaciones y las posiciones. La comunicación es como una danza porque los movimientos de cada uno de los participantes dependen de los de todos los demás. Geométricamente podemos recurrir al círculo y a la red para expresar la naturaleza esencialmente cooperativa de la comunicación.” Consecuentemente, “la información es concebida como el grado de transformación o cambio perceptible en los sujetos y en las pautas de la situación comunicativa (producción de sentido y cambios de conducta). La información es co-producida por todos los participantes del proceso comunicativo.”
Obviamente, son los sujetos, quienes producen y reproducen los sentidos y determinan las pautas interpretativas, de modo que “la interpretación creativa, es ‘re-construcción de sentidos’” y consecuentemente, constituye “el aspecto central del proceso comunicativo”. Por ello, recodemos la raíz etimológica de la palabra “comunicatio” (comunicación). Ella, remite al principio de unidad funcional, de proceso de encuentro. En este mismo orden, nuestra mesa de mediación es un encuentro. Edmund Leach, nos enseña que “la cultura comunica”.
La comunicación, por así decir, da voz a la cultura, la hace dinámica y susceptible de ser transmitida. Por ende, en toda sociedad, la comunicación es el lenguaje y el lenguaje «traduce» una cultura. Nosotros, mediamos, insertos en esa cultura. Por ello proponemos que, haciendo gala de una escucha consciente y responsable, despojados de nuestras creencias personales, transformemos nuestro hacer mediador.
Fabiana Mínguez Fernández. Abogada. Especialista en Métodos Alternativos de Resolución de Conflictos- Diplomada en Arbitraje- Profesora Universitaria en Ciencias Jurídicas – Docente Formador de Mediadores del Ministerio de Justicia de la Provincia de Buenos Aires – República Argentina – Docente investigador CONICET – UNLZ DERECHO. Arbitro Titular Tribunal Institucional del Colegio de Abogados de Lomas de Zamora, Provincia de Buenos Aires.