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EL PODER DE LA ESCUCHA ACTIVA

Por Chusa Fernández, mediadora

El poder de la escucha activa no es un mito. Es una realidad. Muchas personas piensan que la mediación no es necesaria, que ellas mismas ya han hablado para intentar llegar a un acuerdo y no lo han conseguido. También los abogados han hablado entre ellos antes de ir a juicio.

Hablar es fácil, a todos nos gusta contar nuestra historia, nuestros argumentos, nuestra verdad pero…¿y escuchar? Esas personas que hablan y hablan, ¿han escuchado? o mejor dicho, ¿saben escuchar?

La escucha activa es la piedra filosofal de la mediación. La persona mediadora escucha y hace que los enfrentados por un conflicto también se escuchen. A partir de ahí se obra el milagro. Tras la escucha viene la comprensión y ésta lleva a la empatía que facilita el diálogo, el razonamiento.

Esto que os voy a contar sucedió fuera del trabajo, en un día cualquiera e ilustra el poder que tiene la escucha activa (*).

 

UNA HISTORIA REAL

Hace tiempo tuve un accidente de coche bastante grave, con varias vueltas de campana, del cual, afortunadamente, salí ilesa, siendo la única secuela tres poleas del dedo meñique derecho rotas.

Tenía fijada una segunda cita en el médico y allí estaba yo. Toca mi turno y entro en la consulta. El médico está sentado detrás de la mesa. Nos saludamos cortésmente  y me siento frete a él. Le recuerdo quién soy y me dice:

– “Ahh si!!, ¿eras abogada no?”

-No, soy mediadora. Bueno, tengo formación como abogada y trabajadora social pero me dedico exclusivamente a mediar en casos de conflictos.

Sigue mirando mi historial en el ordenador y me dice:

-“Pues fíjate, ahora me estoy separando. Bueno, desde hace un mes. Un asunto muy triste la verdad pero bueno…A ver ese dedo….”

– «Vaya, lo siento mucho…deber ser muy duro»

Lo dije tal y como lo sentí, no como mediadora, como persona. A partir de ese momento, sin que yo le diera pie, empezó a hablarme, mientras me movía el dedo hacia todos los lados. Comenzaba a operar la escucha activa, una poderosa herramienta fundamental en la mediación familiar.

Estaba casado y con tres niños de 6, 8 y 11 años. Él es médico, ella trabaja en una empresa. Tras 12 años de matrimonio, aparentemente feliz, lo han dejado. Se calla un momento, me dice que algún día me lo contará. Yo permanezco en silencio. Le miro y pienso en él, en ella, en sus niños, en ese hogar feliz hasta hace un mes. Trata de concentrarse en mi pero está en otro lugar. Rompo el silencio y le digo que la separación es algo habitual hoy en día, que es conveniente pasar el duelo, no debe evitarlo. Me dice que qué es eso y se lo explico:

-“El duelo implica enfrentarte a lo que ha ocurrido, sufrirás, te harás preguntas, sentirás culpa, frustración, desesperación. Es un proceso doloroso hasta llegar a la aceptación. Será como ir en una montaña rusa, a veces estarás, muy arriba, otras muy abajo y en ocasiones te sentirás desorientado. Pero después de la oscuridad total empezarás a ver la luz, llegará el equilibrio y volverás a tener ganas de vivir”. Sin querer, estoy hablando como una mediadora.

Me mira fijamente y asiente, como si estuviera procesando todo lo que le digo.

-“¿Si, verdad? Es mejor que me enfrente a esto. Es que ha sido muy turbio, muy feo. Hemos firmado el convenio de mutuo acuerdo. Hemos cedido los dos por el bien de nuestros hijos. Ha sido muy rápido.  Ella no estaba muy segura, no quería firmarlo porque sabe que es el fin pero es mejor así. Es un palo.”

Sigo en silencio, pasado un tiempo le digo que los dos son inteligentes y que tenían un interés común que eran sus hijos:

-“Lo habéis hecho muy bien”, le comento “porque veo casos donde la pareja va a fastidiarse sin tener en cuenta nada más. Sólo quieren venganza. Suele ocurrir cuando en la causa interviene un tercero que se ha cruzado en el camino de alguno de la pareja. Entonces aparecen factores como el honor, el orgullo, la traición, y se hace todo más complicado.”

-“Pues lo nuestro ha sido así, una infidelidad. No por mi parte, por la de ella…”

Somos un centro de mediación de conflictos y una escuela de formación

Se calla. Nos volvemos a quedar n silencio. Un silencio lleno de emociones: dolor, pena, indignación, orgullo, fracaso:

-“Después de un tiempo descubrí el engaño y no le quedó más remedio que confesar. Estaba todo el día enganchada al wasap, escondía el teléfono, se ponía nerviosa. La puse trampas y me lo tuvo que reconocer, Había otro hombre. Le dije que le dejara definitivamente pero dice que no puede, que necesita tiempo y estar sola para pensar. Yo le he dicho que firmemos el convenio de separación y que se vaya a su piso y allí que piense lo que quiera. ¿He hecho bien, no? En casa noto que la agobio, la intento reconquistar y sé que la agobio.”

¡El wasap!! Los mediadores sabemos bien que en ocasiones se puede convertir en una trampa. A través de él muchas personas construyen una historia falsa hecha a la medida de sus necesidades y la viven como real y se la creen. En ese o cualquier otro espacio virtual no hay maldad, ni frustración, ni rutina. Todo es de color de rosas. Las personas utilizan un lenguaje amoroso, pícaro, divertido, que posiblemente no se emplearía estando frente a frente. Se dicen palabras hermosas que no son más que eso: palabras pero que al oírlas uno se derrite y se siente la persona más importante del mundo. Detrás no hay una historia ni un sentimiento sólido pero hay ilusión que alimenta a las pasiones y engancha como la droga. Se hace otro silencio…

-“Yo sé que también tengo culpa. Pensaba que era el mejor padre y el mejor marido, siempre trabajando, pendiente de mis hijos, demasiado pendiente. Ella tenía una necesidad que yo no vi. ¿He hecho bien diciéndole que se vaya? La he dejado una puerta abierta. Luego ya veré que hago con mi orgullo…”

-“Es normal que estés dolido…Tendrás que intentar comprenderla, diferenciar lo anecdótico y quedarte con el fondo de lo que ha ocurrido. Tal vez ella estaba mal y en ese momento él pasó por allí.”

-“Si, eso me dice ella, que no le buscó. Fue su válvula de escape. Dice que sexo lo que se dice sexo no hubo…Yo no sé pero eso lo podría perdonar…Me dice que ella está mal y quiere ir a un psicólogo. Le hablo de la terapia de pareja y le gusta la idea. Así ella se aclararía y me podría ayudar a perdonar, a volver a confiar.”

Y aquí está el ejemplo del poder de la escucha activa. La consulta duró una hora y quince minutos y de lo que menos me habló fue de mi dedo meñique. Como mediadora he aprendido a no dar consejos, a no marcar el camino de nadie, tan sólo a escuchar y, cuando lo haces con interés,  con todos los sentidos puestos en lo la otra persona está diciendo, se produce la gran transformación: el ser triunfador, guerrero, luchador, se convierte en un ser vulnerable, tierno y sensible que necesita contar su historia, su sentir. Contar sin ser juzgado, sin recibir consejos, sin ser interrumpido.

Le digo que la próxima vez que vaya a la consulta espero verle mejor. Me dice que debo de ser muy buena mediadora. Nunca se había sentido tan bien.

-“Me voy a levantar a darte un beso porque hoy has hecho tú por mí más que yo por ti. Le digo a mi enfermera que no te cobre…”

Sonrío y le digo que no se preocupe, que tengo un seguro. Nos despedimos y me voy pensando, no sé por qué, en ella.

(*) El relato tiene las modificaciones necesarias que impiden la identificación de las personas.

2 comentarios

  1. Que linda historia! Y un artículo muy educativo.
    Soy mediadora y me pasa seguido esto mismo: llego a un lugar, cualquiera, y cuando me pregunta a qué me dedico y les digo que soy mediadora, me empiezan a contar su vida y los problemas por los que están atravesando actualmente.
    Al principio me parecía divertido, luego curioso, y desde hace un tiempo lo veo como una necesidad que tienen las personas de poder conversar, encontrar ese espacio que, además, con nuestra forma de acercarnos a las historias, produce ese efecto como en el del médico.

    Gracias por este artículo! Me encantó.

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